Vidas imaginarias Marcel Schwob
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no hay decadente que no haya sido simbolista o versilibrista y a la recíproca",
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dictamenal cual se pliega Juin.Allí está Schwob, entre simbolistas y decadentes, más cerca de estos últimos, junto aellos, unido a ellos por los rasgos en común que se creyó encontrarles; y está aquí, sobretodo aquí, en las Vidas imaginarias, solo, magnífico superviviente, salvado por lo únicoque cada hombre llega a poseer realmente de sí mismo, sus rarezas.Los mecanismos persuasivos y desconcertantes que arma, figuraciones de ese sufantástico "sin espectros ni fantasmas", pero con profusión de alucinados "cuyasalucinaciones bastan para espantarnos"
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, asienta en su inconmensurable erudición, enesa cultura "un poco talmúdica que de todo hacía acopio"
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. El principio de esa cultura seremonta a los más tempranos días de la infancia.Su padre fue condiscípulo de Gustave Flaubert, amigo de Théophile Gautier, a quienadmiraba, y aventuró algunas líneas en el Corsaire Satán, la publicación de Baudelaire.En 1849 incurrió en un vaudeville intitulado Abdallah, que nunca fue representado nipublicado, en connivencia con otro de sus amigos, Julio Verne.En 1882 la familia Schwob decidió enviar a su hijo a estudiar en París, donde tendríaque vivir con su tío León Cahun, hermano de su madre, Mathilde. Este tío era el muydocto autor de unos cuantos libros y ocupaba el cargo de bibliotecario en jefe de laBiblioteca Mazarine, en el Instituto de Francia. Y ese, el Instituto de Francia, fue elprimer alojamiento de Marcel en París.Pero agregadas a su educación convencional, que fue esmeradísima, hubo muchaslecturas, diversas y constantes. Con el tiempo, nada de lo literario le fue extraño. Llegó aconocer al dedillo y a barajar con deslumbrante soltura las letras griegas, latinas,medievales y sobre todo, las inglesas, que prefirió. Marcel Schneider
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escribió que enMeredith aprendió la paciencia para las observaciones minuciosas, y que satisfizo sugusto por lo maravilloso y extraordinario con la lectura de Shakespeare, Poe y losingleses del siglo XIX, Stevenson y Swimburne en particular.Le tocó vivir el tiempo ya señalado para siempre con "el sobrenombre tan famosocomo peligroso de bélle époque, apodo hasta cierto punto explicable si se acepta que "de1880 a 1910 Francia conoció la más grande epidemia de risa de su historia. Los diarioscómicos se contaban por decenas y Le Rire (La Risa) tiraba 150.000 ejemplares"
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. Se reíaen el music-hall, en el circo, en el café concert...Levantados y envueltos por este jolgorio se expandían los Catulle Mendés y los LouisVeuillot, ovacionados por la gente de orden; y moría sin escándalo Lautreamont yvivían malamente Verlaine, Rimbaud, Corbiére, Laforgue. . ., sin que se diera porenterada la "élite poseedora de los secretos de la elegancia y del buen gusto, dada a loexquisito y a lo refinado"
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.Hubo dos mujeres en la vida de Schwob. Una se llamó Louise, y de ella poco y nada sesabe. Una prostituta, insinúan como al pasar las malas lenguas: una pobre obrera,afirman con benevolencia las almas rectas. Era, según parece, una chiquilina pequeña yendeble que abusaba del café y del tabaco, según cuenta Pierre Champion. Se convirtióen la Monelle del Livre de Monelle y murió abatida por la pobreza y la tuberculosis apesar de los muchos cuidados que Schwob le prodigó. La otra fue Marguerite Moreno,la celebérrima y talentosa actriz de la Comedia Francesa. Su relación fue larga –seencontraron en enero de 1895 y se separaron a la muerte de Schwob, diez años después–
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